Ayer el abogado de Mijail Jodorkovsky, Robert Amsterdam , escribió una columna en el periódico español La Vanguardia sobre Rusia y sus retraimientos de la democracia y el Estado de derecho. Se puede descargar la columna aquí. Robert Amsterdam penned the attached article in the Spanish newspaper La Vanguardia. The English translation can be downloaded here.
Rusia en la pendiente Por Robert R. Amsterdam Según Lilia Shevtsova, del Centro Carnegie de Moscú, “el modelo en el que Rusia imita la democracia y Occidente responde promoviendo una asociación se ha extinguido”. Hasta ahora los líderes politicos y empresariales europeos han persistido en su descoordinada política de caos, de todos contra todos, en Rusia, silenciando sus críticas al creciente autoritarismo del Kremlin, mientras al mismo tiempo se pelean para acceder a los suministros energéticos rusos. Mientras tanto, el mundo es testigo de los dramáticos acontecimientos en Rusia, desde la ejecución por motivaciones políticas de Anna Politkovskaya, pasando por la redada y deportación xenófoba de ciudadanos georgianos o el plante a las firmas occidentales en el desarrollo del proyecto petrolífero y gasístico de Sajalin, hasta la extraña muerte de Alexander Litvinenko. En los últimos años, los países europeos han ignorado o minimizado constantemente los drásticos retraimientos rusos respecto a los compromisos con una economía de mercado competitiva, con la democracia y el Estado de derecho. Quizás sin darse cuenta, la política europea del business as usual con Rusia le ha hecho cómplice en el afianzamiento de los personajes corruptos que han consolidado su poder en el Kremlin. Las respuestas calladas de Occidente a la reincidencia rusa han representado una escandalosa rendición frente a las fuerzas siniestras que operan dentro de la cúpula dirigente rusa y una señal evidente de que el autoritarismo beligerante será tolerado por Europa a cambio de un trato preferencial en las relaciones energéticas. Se trata de una señal peligrosa que lanzar a un régimen que ejerce el poder con una recurrente indiferencia tanto a las leyes rusas como al derecho internacional. Europa debe resaltar sus valores esenciales y establecerlos como punto de referencia en el desarrollo de las relaciones con la cúpula dirigente rusa, que ha suprimido elecciones regionales, ha amordazado a la prensa libre, ha ejercido el control sobre los tribunales, ha encarcelado o ha expulsado a sus oponentes y ha expropiado propiedad privada por valor de millardos de dólares, incluyendo propiedades de inversores extranjeros. Tales acontecimientos deberían haber sido considerados como advertencias acerca de la verdadera naturaleza de aquellos que han alcanzado el poder en Rusia. Hasta ahora, demasiados líderes europeos, en lugar de rechazarlo, han elegido rebajar la gravedad de lo que está ocurriendo en la actualidad. Rusia es un importante socio comercial y, por lo tanto, según su argumentación, un Kremlin fuerte asegura unas relaciones comerciales estables. Éste es un argumento a corto plazo e imperfecto. Indudablemente resulta importante asegurar unas condiciones de mercado estables para las compañías europeas activas en la economía rusa. Asimismo, es también importante garantizar en el futuro el suministro energético ruso. Sin embargo, hacer esto con una mezcla de oportunismo y cobardía no es a largo plazo el medio más adecuado y, de hecho, ya ha empezado a fracasar. Tómese como ejemplo el anuncio, a pesar de los compromisos en dirección contraria, del monopolio estatal gasístico ruso Gazprom, que ha tomado la audaz decision de dejar fuera a grandes empresas energéticas extranjeras, que previamente habían sido preseleccionadas como socios potenciales, del desarrollo del yacimiento gasístico de Shtokman, proyecto cuyo valor asciende a varios millardos de dólares. La maniobra de Gazprom, sin ninguna lógica económica, ha significado otro ejemplo de la intención del Kremlin de politizar la energía. Los acontecimientos de Shtokman son una prueba evidente del inaceptable alto riesgo que supone asumir que al tartar con el Estado ruso el antojo u objetivo político prevalecerá sobre las razones económicas. Comprometerse con Rusia es crucial por todos los beneficios que de una sólida asociación se derivan tanto para el Este como para el Oeste. Sin embargo, este compromise debe insertarse dentro un marco constructivo basado en el verdadero respeto a los principios fundamentales de la economía de mercado, del Estado de derecho y de los procesos democráticos, que informan la construcción europea. El lugar de Rusia en el marco de una asociación con Occidente, en un mercado compartido y en un mismo espacio de justicia y derechos humanos, exige la atención del mundo occidental siempre que y dondequiera que los principios fundamentales estén amenazados. Los flagrantes abusos del actual régimen en Moscú sugieren que los que detentan el poder consideran impune su conducta. Esto es lo que la política tradicional con el mundo exterior les ha enseñado. La época del oportunismo egoísta e interesado ha pasado. Debe construirse una nueva relación con Rusia basada en sólidos fundamentos para asegurar el crecimiento, la prosperidad y la seguridad en el futuro tanto para Rusia como para el resto de Europa. Si no, Europa se podría enfrentar pronto a problemas incluso de mayor gravedad, con un regimen post-Putin rico y orgulloso menos comprometido incluso en prolongar algún tipo de apariencia de democracia o de economía de mercado.